jueves, 13 de agosto de 2015

Ir de vacaciones... a "tu casa"?

Desde el inicio de la crisis, se estima que alrededor de medio millón de jovenes españoles hemos salido de España en busca de algo que nuestro país no nos ofrece. En algunos casos se trata de una oportunidad laboral, en otros para aprender un idioma, conseguir cierta experiencia profesional en el extranjero o simplemente unas condiciones dignas con las que poder vivir y no solamente sobrevivir.

Por supuesto, esto trae consigo algunas desventajas. El precio que se paga por todo lo anterior es para muchos demasiado elevado, para otros un mal menor comparado con quedarse... supongo que cada uno tiene sus prioridades. Ese peaje no se mide en dinero, se llama echar de menos.

Si algo echamos de menos desde el extranjero, incluso más que el jamón, la tortilla de patatas o el buen tiempo es, sin duda, la familia y los amigos. Los españoles somos un pueblo que, en general, hace mucha vida en la calle, que disfruta en compañía y que, con cualquier pretexto, se reúne para disfrutar con los suyos. Lo llevamos bien dentro, en nuestro ADN desde generaciones. Por eso nos encanta aprovechar esa semanita de vacaciones, esos días de puente, para volver de visita cuando tenemos la ocasión... sobre todo cuando estamos "cerca". Y es que el concepto de cercanía se ha relativizado considerablemente durante los ultimos años debido a la lamentable situación actual del país.



Al menos mi experiencia personal así lo indica: antes la gente de mi círculo se movía a la ciudad de al lado, tal vez a Madrid o Barcelona... siempre con la idea de volver lo antes posible en mente. Últimamente el país se nos ha quedado pequeño y cada vez lo intentamos más lejos. Yo mismo, hace un par de años me encontraba estudiando inglés en Australia y, aunque ahora vivo en Holanda, sigo estando a más de dos mil kilómetros de "mi ciudad". Desde esta perspectiva, ahora hasta se puede considerar que vivo cerca.

Los que llevamos ya una temporada lejos de casa experimentamos de vez en cuando la extraña sensación de volver de vacaciones a casa de nuestros padres, esa que siempre consideraremos como nuestra. Y digo extraña porque estamos eliminando al viaje la emoción de descubrir un nuevo lugar, la posibilidad de confirmar si ese nuevo destino merece o no la pena, ese cambio de chip que casi siempre trae consigo conocer, aprender, experimentar.

Es difícil de explicar y probablemente sólo aquellos que han vivido fuera una larga temporada puedan entender esa espcie de viaje al pasado que supone "volver". Aunque hayan pasado algunos meses o incluso un par de años, ponerse al día parece cuestión de minutos y de repente da la impresión de que el tiempo se ha detenido y podemos seguir con nuestra vida en el mismo y exacto momento en que la dejamos justo antes de embarcarnos con destino a una nueva vida. Cuando intentas actualizarte te encuentras bastante a menudo con la típica respuesta de "todo como siempre" e incluso a veces alguien te mira, condescendiente o sorprendido, como si fueses un marino del siglo XV que vuelve a casa tras lanzarse al descubrimiento de una nueva ruta comercial, cruzando lo desconocido. Parece que para los emigrados cada día fuese una nueva aventura y al bajarnos del avión en nuestro destino no hubiese también rutina...

Esto se acentúa incluso más cuando existe un mayor choque cultural entre España y el nuevo país que nos acoge ya que las diferencias son mucho mayores y hay un nuevo proceso de adaptación con cada desplazamiento.

No hace falta ni mencionar que, por supuesto, siempre vuelvo encantado a "casa" e intentaré escaparme cada vez que pueda. Después de un tiempo fuera echo de menos pasar tiempo con mi familia, alegrarles el día con mi visita a los abuelos, reirme con mis amigos... y volver durante unos días a esos mismos hábitos de los que no hace mucho tiempo escapaba. Pero creo que quien haya experimentado esta misma situación entenderá perfectamente de lo que hablo.

La que era tu casa ya lo es un poco menos y, aunque tu sitio sigue ahí reservado, casi todas tus cosas están en otra parte, lejos. El mapa que tardaste tantos años en crear, también ha cambiado. Y necesitas un par de días  de adaptación para volver a esa vida de nuevo. Y para cuando lo hemos conseguido, ya es hora de partir de nuevo.



lunes, 27 de julio de 2015

La costa Dálmata en Croacia - Dubrovnik y Split



Croacia fue una de las grandes desconocidas para el turismo durante muchos años. Después de superar la horrible etapa de la Guerra de los Balcanes, una acertada política turística colocó al país de nuevo en el mapa y lo convirtió en uno de los destinos mediterráneos más solicitados en la actualidad.

Dos horas de vuelo desde Ámsterdam y la garantía de buen tiempo que tanto echamos de menos este año en Holanda, nos llevaron hace un par de semanas a Dubrovnik, donde pasaríamos un par de días para luego subir en coche hasta Split, saltando antes a alguna de las espectaculares islas que salpican la costa de Dalmacia.

La Perla del Adriático


Dubrovnik está de moda, sobre todo en los últimos años por ser el escenario elegido para rodar las escenas de Desembarco del Rey en Juego de Tronos. El marco es ciertamente incomparable, con sus majestuosas murallas rodeando la ciudad medieval plagada de castillos de aspecto veneciano, sus calles de empedrado, estrechas y cuidadas en detalle. Estos altos muros ayudan a mantener la esencia de la ciudad impidiendo su expansión y manteniendo así esa separación entre la nueva Dubrovnik y el aire tradicional de su ciudad vieja. El laberinto de casas de piedra que aprovechan cada espacio disponible en el interior de la muralla, se ve salpicado por algunos monumentos como la Catedral o el monasterio franciscano, que además de un precioso claustro, alberga en su interior la tercera farmacia más antigua del mundo, abierta en 1317.

Dubrovnik, la Perla del Adriatico


La ciudad no es demasiado grande y se puede ver relativamente en poco tiempo. Personalmente, recomiendo pasar el día en alguna de las playas cercanas y animarse a pasear y a descubrir la ciudad cuando el sol empieza a bajar un poco, momento también perfecto para disfrutar de una rica cena mediterránea y unas buenas vistas. La experiencia de callejear entre muros de piedra con 35 grados al sol, no es demasiado atractiva. Nosotros habíamos alquilado un coche (100% recomendable!) y nos desplazamos hasta Veliki Zal, a unos 15 km al norte de la ciudad. Como decía, ya por la tarde subimos a las murallas que se pueden recorrer en su totalidad (2.000 metros) y conseguir unas vistas espectaculares de todo Dubrovnik y los acantilados que la rodean.

Blue Hole, un paraíso para el buceo


Las playas son en general de piedra, así que mejor buscar una playa con tumbonas o llevar una esterilla. El agua es espectacular, con una visibilidad muy buena que, junto con la cantidad de vida marina y algunos barcos hundidos a poca profundidad, hace de esta zona del Mediterráneo un lugar perfecto para la práctica del buceo. De hecho, como aficionado a este deporte, no dejé pasar la ocasión de realizar un par de inmersiones en nuestra segunda parada, Vela Luka en la isla de Korcula. Sin duda, ha sido mi mejor experiencia hasta la fecha ya que estuvimos explorando las profundidades del Blue Hole y el lugar es sencillamente increíble.

Blue Hole, un paraiso en las profundidades de la isla de Korcula

Para llegar hasta Korcula, hicimos un corto trayecto en ferry desde Orebic. En el camino hay otros dos pueblos amurallados que podemos visitar durante una parada para estirar las piernas: Ston y Mali Ston. Casi todos los barcos que circulan entre las islas del Adriático son de la compañía Jandrolinija. Conviene comprobar los horarios ya que no todos los trayectos son diarios. Una forma sencilla y barata de desplazarse por la zona, con o sin coche.

Split


Nuestra idea inicial era movernos entre islas, pasando de Korcula a Hvar y desde allí otra vez hasta Split en ferry pero tras una temporada bastante estresante de trabajo, lo que más nos apetecía era descansar en la playa y no dar demasiadas vueltas. Por ello, y aprovechando que el único ferry semanal que iba directamente a Split era ese mismo día, decidimos ahorrarnos 4 horas de coche y dos ferries hasta Hvar.

Un rincon cualquiera de Split


La ciudad que sería nuestra última parada en Croacia fue fundada en el siglo IV. Su historia está muy ligada al Imperio Romano ya que la ciudad ha ido creciendo alrededor del palacio del emperador Dioceclano, Patrimonio Histórico de la Humanidad, que hoy en día es el núcleo turístico y mayor atractivo de Split. La ciudad invita a perderse por su casco antiguo, disfrutar de sus mil restaurantes y terrazas al aire libre mientras tomamos un rico helado o escuchamos alguna actuación en directo, o a caminar un buen rato por el paseo marítimo. En verano, el buen clima y el ambiente relado está garantizado.

También es una buena elección para terminar nuestro viaje o como punto de partida ya que desde Split podremos llegar fácilmente a alguna de las islas como Hvar o Brac, al Parque Nacional de Krka o a Trogir, otro precioso pueblo medieval también declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.


viernes, 10 de julio de 2015

Dormir en el aeropuerto

Hoy me ha vuelto a tocar. No pude encontrar una mejor combinación de vuelos y en este viaje de unos días a España pasaré nuevamente la noche en el aeropuerto. De hecho escribo desde la zona de tránsito del Prat, en Barcelona. En 5 horas salgo hacia Santiago y no me merece la pena buscar un hotel y un taxi para 3 ó 4 horas así que, aprovechando que queda un buen rato y tengo casi toda la terminal para mi solo,  parece un buen momento para hablar sobre la experiencia de trasnochar en un aeropuerto.

Ya van casi una docena de ocasiones en las que no quedó otra que buscar un lugar apartado, acomodarse cerca de la maleta y disponerse a pasar la noche lo mejor posible. En estas hasta ahora inevitables pernoctas, hubo experiencias de todo tipo. Desde los imposibles asientos de Barcelona o Madrid donde dormir 5 minutos es sinónimo de jugarse el físico a los acolchados sillones de los restaurantes de la planta superior en Dublín, donde podremos descansar casi a pierna suelta (aunque para mi desgracia, me enteré de esto por la mañana). Caso curioso también el de Sidney donde cierran casi todo el aeropuerto y concentran a la gente que se queda a pasar la noche en una habitación... que los guardias de seguridad cierran con llave!! Aquel día incluso sonó un par de horas una alarma en el interior de un restaurante que había al lado de dicha sala. Una experiencia para olvidar.

Changi en Singapur fue elegido el mejor hotel del mundo, tambien para dormir

Para evitar sorpresas indeseables -como que nos desalojen hasta la mañana siguiente- hay varias herramientas donde consultar todo tipo de detalles sobre casi todos los aeropuertos del mundo y compartir las experiencias de otros viajeros que lo han visitado (y utilizado como hotel) antes que nosotros.    

La más conocida es probablemente Sleeping in Airports, donde se ofrece información de todo tipo, desde donde encontrar la mejor comida en cada aeropuerto, los rincones secretos donde echar una cabezada o si hay duchas disponibles. Incluso hacen su ranking anual de mejor y peor aeropuerto para dormir. Por cierto, el aeropuerto de Changi, en Singapur, encabeza la lista aunque lleva varios años siendo elegido el mejor del mundo, no sólo para dormir, sino por la cantidad de servicios y comodidades (jardín botánico, tours organizados por la ciudad, áreas de descanso) que ofrece a los afortunados viajeros que visitan la ciudad o hacen escala allí durante unas horas. 

Ya sabéis, si no os queda mas remedio que acampar una noche en algun aeropuerto que no conozcais de antemano, podéis consultar esta web y haceros una idea de si merece o no la pena irse a un hotel, aunque sea por unas pocas horas.

Y si no, siempre podremos entrenar nuestras habilidades para quedarnos dormidos en cualquier rincón y no habrá aeropuerto que se nos resista!!

Que facil seria si pudiese quedarme dormido tan facil como esta niña...

martes, 2 de junio de 2015

Recorriendo Flandes: Gante

El lugar a visitar más esperado del viaje. Los comentarios que había recibido y las referencias que encontré buscando en otros blogs acerca de Gante situaron las expectativas bastante altas... y la verdad es que no fue ninguna decepción.

Ese fin de semana había más movimiento del esperado ya que, aún sin estar en temporada alta, el equipo de fútbol había ganado la liga belga por primera vez en sus 115 años de historia. La celebración fue por todo lo alto  - para ser Bélgica - y lo que en España probablemente hubiese durado hasta bien entrada la madrugada, en Gante se extendió hasta poco más de las 10 de la noche.


Vistas de la Iglesia de San Nicolas desde la Torre Belfort

Como comentaba en el post anterior, habíamos reservado una casa a través de Airbnb. Estaba en las afueras pero la dueña nos prestó dos bicicletas con lo que desplazarse hasta el centro era un paseo de 5 minutos. La casa era muy antigua y su remodelación aún no había acabado pero su aire rústico, suelo de madera, patio y chimenea de leña le daban un toque bastante auténtico y con mucho encanto.

Últimamente nos estamos aficionando a Airbnb. La verdad es que para determinados destinos es una opción muy atractiva, sobre todo por precio y comodidad, ya que es posible encontrar una casa/apartamento sin necesidad de compatir con mejor precio que el hotel más asequible de la zona. Nuestra experiencia por ahora (París, Copenhage, Amsterdam y Gante) ha sido realmente buena y pensamos seguir utilizándolo en futuras ocasiones.


Vistas desde el Puente de San Miguel

Salimos de la casa y, tras pedalear un rato, dejamos las bicis en uno de los múltiples aparcamientos gratuitos de la ciudad. El centro histórico no es muy grande y en un día se puede ver por completo sin apurar demasiado. En mi opinión, estos son los puntos mas importantes que no nos podemos perder:
  • El Puente de San Miguel es un lugar único. Da igual en que dirección se mire: todo lo que encontramos a nuestro alcance es bonito. Si queréis comprobarlo por vosotros mismos basta acercarse un momento a Gante... o una visita virtual de 360º. En nuestro caso, fue el punto de entrada al centro histórico y el mejor sitio posible para sacar la cámara de la funda ☺
  • La torre Belfort alberga un pequeño museo de campanas en su interior. Esta impresionante de 1313 es posiblemente el campanario más alto del mundo con casi cien metros de alto. Cuesta 6 euros acceder al interior pero sin duda merece la pena para subir hasta la última planta y conseguir unas panorámicas espectaculares de toda la ciudad o hacerse un belfie. Para los amantes de los retos, se pueden subir sus interminables escaleras de caracol.


  • La Sint Baafskathedraal alberga el famoso retablo "La adoración del cordero místico", también conocido como Altar de Gante. En este templo ahora convertido en museo, también destacan obras de Rubens y su órgano.
  • Gravensteen es un castillo del s. XII donde nació Carlos I de España. En su interior se pueden visitar celdas, algunas de sus estancias o la cripta. El patio estaba caracterizado al estilo de la época y había herreros martilleando el metal, comerciantes y un espectáculo de cetrería.
  • Otro sitio peculiar es la Calle de los Graffittis, cuyo nombre real es Werregarenstraat. El ayuntamiento permite desde hace años pintar las paredes y el resultado final es cuando menos llamativo.
Comimos en Amadeus, una cadena de restaurantes que se ha hecho muy popular en el país por su decoración, precio y por poder comer todas las costillas que nuestro estómago viajero soporte. Lo recomendaban en muchos blogs pero no os perderéis demasiado si coméis en otro sitio. Eso sí, acordaos de guardar algo de sitio para el dulce típico de la ciudad: Neuzeke o Narices de Gante

Neuzekes o Narices de Gante

Resumiendo, nos gustó mucho Gante, una ciudad de cuento medieval y llena de encantos que no debe faltar en vuestra ruta por a Bélgica. Nos vemos #OnTheRoad!



viernes, 29 de mayo de 2015

Recorriendo Flandes: Brujas y Oostende

En nuestra primera visita a Bélgica en 2010, pasamos tres días en Bruselas y otro en Brujas. En esta ocasión, planificamos un breve road trip de tres días para completar el viaje por la región de Flandes con tres destinos pendientes: Amberes, Gante y Oostende.




Salimos desde Amsterdam y en poco más de dos horas en coche llegamos a Gante, donde habíamos alquilado una casa a través de Airbnb. Desde allí nos moveríamos a Oostende y Brujas recorriendo poco más de 60 kilómetros, pasaríamos el segundo día al completo en Gante y en nuestro viaje de vuelta a Holanda haríamos escala en Amberes. Es de agradecer que las distancias en Bélgica son bastante cortas y en menos 120 kilómetros podemos encontrarnos casi todos los lugares más turísticos del país, por lo que el coche o el tren son opciones perfectas para moverse.

Primera parada: Oostende. Para ser sincero, un poco decepcionante. Mucha gente incluye este lugar en sus rutas por Bélgica pero en mi opinión no tiene demasiado que ofrecer. Una gran playa nos da la bienvenida al Mar del Norte... y ya está. Al parecer es un destino muy turístico para los belgas pero sinceramente no lo encontré muy atractivo. Dimos un paseo por el centro, comimos por allí y salimos poco después para aprovechar la tarde volviendo a visitar Brujas, casi siempre una apuesta segura.




La capital de Flandes Occidental seguía exactamente igual de espectacular como la recordaba. Si callejear por Brujas es siempre un placer, lo es todavía más si el tiempo acompaña. Un día fantástico nos acompañó durante toda la visita y volvimos a perdernos por los mil rincones de esta ciudad flamenca, Patrimonio de la Humanidad con todo merecimiento.

Es complicado perderse algún detalle ya que la zona histórica es relativamente pequeña y se puede recorrer fácilmente caminando. Aún así, los puntos más turísticos son el Markt (la Plaza Mayor), Stadhuis (Ayundamiento) y la Torre Belfort, a la que es posible subir para conseguir unas panorámicas inmejorables de toda la ciudad. También la plaza Burg o el curioso Museo de la Patata Frita merecen la pena, y por supuesto no hay que dejar escapar sus increíbles tiendas de chocolate y puestos de gofres. Los amantes del dulce -como un servidor- es mejor que se hagan a la idea de que adelgazar en Bélgica, incluso caminando todo el día, es literalmente imposible :)




No es necesario trazarse ninguna ruta por la ciudad, en pocas horas tendréis ocasión de visitar casi todas sus calles con esas fachadas tan características. Merece la pena tomárselo con calma, alegrarse la vista con los escaparates, tomarse una café en una terraza, pasear hasta los molinos de viento o contratar una excursión en barco por sus innumerables canales. Disfrutar en definitiva de la atmósfera de cuento de hadas que se vive en Brujas y su peculiar encanto medieval.

En el próximo capítulo Gante.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Curitiba - Jaragua do Sul - Bombinhas - Florianópolis


Tras el inolvidable paseo por las Cataratas de Iguazú, la última etapa del viaje transcurrió por varios lugares del Sur de Brasil. Pasamos un día en Curitiba, ahora un poco más conocida por haber sido la sede de la Selección Española de Fútbol en el pasado Mundial. Es la octava ciudad más grande del país con casi 2 millones de habitantes y uno de los motores industriales de Brasil. Nuestra estancia fue bastante breve y aprovechamos para recorder el Jardín Botánico, dar un paseo por el centro histórico y ponernos las botas con un espectacular rodizio de carne. Llama bastante la atención la influencia alemana en la zona, donde la gente es mucho más rubia y de piel más clara que en el Norte. Incluso hay lugares como el Bar do Alemão que nos harán sentir (casi) como si estuviésemos en Munich durante la Oktober Fest.



Jardines Botanicos de Curitiba


La segunda parada fue Jaraguá, donde vive un amigo desde hace un par de años ya. Es una ciudad muy pequeña que no ofrece mucho al turista. En nuestro caso fue únicamente la escala previa a Bombinhas, una zona más turística con unas playas espectaculares. Aquí tuvimos la ocasión de probar uno de esos deportes que aún tenía en mi lista de pendientes: parapente.


Visitando Jaraguá do Sul desde el aire!


El salto en parapente puso un toque más de aventura a nuestra estancia en Brasil. Con la infinidad de morros que existen en los litorales y las corrientes de aire caliente que permiten mantenerse flotando durante mucho tiempo, parece que el país es bastante propicio para la práctica de este deporte de riesgo. Subimos a la cumbre de unos mil metros de alto en un par de coches tuneados de los años sesenta. Aún parece me parece increíble que fuesen capaces de subir por aquellas pendientes...

En mi caso, la experiencia del salto fue un poco accidentada. En lugar de comenzar "flotando" como debería, hubo una breve (pero muy intensa!) caída vertical desde la plataforma debido a un giro en el último momento del paracaídas. Por suerte se llenó de aire y pudimos remontar el vuelo. Digamos que ver el vídeo del salto asusta un poco...

Finalmente no hubo aterrizaje forzoso sobre las copas de los árboles y pude disfrutar durante unos 30 minutos con unas vistas espectaculares mientras sobrevolábamos la ciudad. A pesar del susto, la verdad es que la experiencia merece mucho la pena.

Salto en parapente en Jaragua do Sul

Desde Jaraguá do Sul nos desplazamos a Bombinhas, una zona de playa situada a dos horas en coche. El buen tiempo había extendido la temporada un par de semanas más de lo esperado. A pesar de todo, las playas estaban bastante vacías y no había demasiado movimiento en los restaurantes y hoteles, lo cual no fue en absoluto una desventaja :)

Me escapé durante medio día a hacer un par de inmersiones con una de las muchas compañías de buceo que hay en la zona. Es muy barato aunque, siendo sincero, hay lugares mucho mejores donde bucear. Aún así, siempre es divertido dar un paseo en barco, volver a ponerse las gafas y las aletas y sumergirse un rato entre peces y corales.

Nuestros últimos días en Brasil fueron en la isla de Florianópolis, un auténtico paraíso con multitud de posibilidades. La isla tiene gran variedad de escenarios, desde lugares icónicos para los surfistas como Praia Mole, la gigantesca laguna de Barra da Lagoa, dunas donde practicar el sandboarding o pueblos de postal como San Antonio de Lisboa. Una buena ocasión para el relax y disfrutar tranquilamente de nuestros últimos días de viaje.


Atardecer en San Antonio de Lisboa (Florianopolis)


Desde Floripa volamos a Río donde tras un último día de compras y relax, pusimos fin a nuestra aventura brasileira. En la agenda se quedaron un par de visitas: una ruta por la inmensa jungla amazónicaFernando de Noronha, otro paraíso natural que me gustaría conocer algún día.

Como resumen, dejo un vídeo del viaje, aunque no hace demasiada justicia a algunos de los increíbles lugares que hemos tenido la suerte de visitar. Próxima parada: Bélgica!

lunes, 4 de mayo de 2015

Las Cataratas de Iguazú

La increíble frontera natural entre Brasil y Argentina


Fue elegida, con toda justicia, como una de las siete maravillas naturales del mundo. Iguazú es uno de esos lugares que tienen algo especial que ofrecer al viajero. Personalmente, me hizo sentir tan pequeño como en su día el Vaticano o Angkor Wat y a la vez tan impactado como mientras contemplaba las vistas de Nueva York desde la cima del Rockefeller Center. La gran diferencia en este caso es que el ser humano no ha jugado papel alguno en la creación de estas espectaculares atracciones que la Naturaleza se ha encaprichado en regalarnos. Sin duda nuestro momento más impactante en este viaje por Brasil.

Un amigo nos recomendó dedicar, al menos, un par de días a visitar las Cataratas y no podíamos haber estado más acertados en seguir su consejo. Volamos desde Río al aeropuerto de Foz de Iguazú, la ciudad brasileña que se encuentra a unos 13 km de la entrada al Parque Nacional. Tardamos unas 4 horas incluyendo la escala en Curitiba. Por cierto, fue unas de las veces en las que más cerca hemos estado de perder un vuelo, debido a un gigantesco atasco al intentar salir de la capital carioca. Por suerte la gente de la cola del control del aeropuerto fue muy amable y nos dejaron saltarnos toda la fila para llegar en el último momento al embarque.


Cataratas de Iguazu vistas desde el lado brasileño


Nuestro hotel era el Harbor Colonial, justo al lado de la entrada del Parque. Bastante recomendable, sobre todo por su ubicación, el desayuno y el precio. Aún así se notaba que había conocido tiempos mejores, como si hace 15 años hubiese sido espectacular y ahora estuviese un poco venido a menos. A la hora de buscar alojamiento, hay que saber que la ciudad de Foz no tiene mucho que ofrecer así que la elección del hotel podría basarse perfectamente en su cercanía a las cataratas y, en temporada alta, en el tamaño de la piscina :)

Recomendación: Utilizar el transporte público para acercarse al Parque Nacional. En nuestro hotel pedían 30 reales por ir a la parte brasileña y 180 por ir a la argentina. En bus nos salía por 10 y 50 respectivamente, aunque a la primera nosotros fuimos caminando porque estaba literalmente a 10 minutos del hotel.


Dos días en el Parque Nacional de Iguazú


El plan estaba claro: un día en la parte brasileña viendo por la mañana las cataratas y por la tarde el Parque das Aves mientras que el segundo día lo pasaríamos en Argentina, visitando unicamente el Parque Nacional.

Iguazú en Brasil se visita bastante pronto ya que básicamente es un sendero de poco más de un kilómetro en el que vamos avanzando entre la selva y parando en los miradores que han sido dispuestos y que ofrecen unas increíbles vistas de la parte Argentina de las cataratas. Al final del recorrido es posible acercarse bastante a la impresionante caída de agua y pagar de paso el peaje de acabar empapado por poder ver aquella maravilla desde su pie. Para el recuerdo quedará el estruendo de los miles de metros cúbicos de agua por segundo cayendo a pocos pasos, recordádonos lo diminutos e insignificantes que somos ante el gigante y poderoso muro que se levantaba ante nosotros.


Tucan en el Parque de las Aves


Saliendo del complejo de las cataratas, a pocos metros, está la entrada al Parque das Aves cuya visita es muy recomendable. Allí se pueden encontrar decenas de especies de aves autóctonas como el tucán gigante, el buitre rey o el aguila arpía así como cocodrilos, tarántulas, tortugas o mariposas. Los detalles están muy bien cuidados y la flora entre la que discurre el recorrido es espectacular. El parque lleva años trabajando para conservar algunas especies que están en peligro de extinción por lo que un poco de ayuda en forma de visita siempre les viene bien.


La imponente Garganta del Diablo


Para ser sincero, no esperaba que el segundo día fuese a aportar algo realmente diferente del anterior y en nuestro camino hacia Argentina, pensaba que tal vez un día hubiese sido suficiente.  Mi amigo me decía que no me podía perder la Garganta del Diablo. La verdad es que con ese nombre, tenía que ser algo espectacular. Llegamos al parque, subimos al tren que hace el recorrido entre las distintas áreas en que está dividido y caminamos por las interminables plataformas que cruzan el río Iguazú hasta que, de repente, vimos esto:




No puedo describir lo que sentí en ese mismo instante. Haciendo cierto el tópico, no soy capaz siquiera de acercarme a describir con palabras lo impresionante del lugar. Allí nos quedamos durante un buen rato contemplando este monstruo de agua mientras rugía con toda su furia. Lo primero (y único) que acertamos a decir durante un buen rato fue: "Wow!!!"

Sitios como este son los que hacen de viajar algo adictivo y fascinante. Y que pasarse 15 horas en un avión, caminar bajo el sol a 35º, las picaduras de mosquito o gastarse los ahorros merezcan sin duda alguna la pena.

El resto del día lo pasamos en el circuito superior, que se puede recorrer con calma en un par de horas. Hay dos circuitos más, inferior (1.700m) y Macuco (7.000m), aunque nosotros no tuvimos tiempo para más y el calor tampoco ayudaba a prolongar la visita. Los mapas completos del parque se pueden encontrar en la web oficial.

Otro par de actividades alternativas para los amantes de la aventura son visitar el Parque Nacional en helicóptero y navegar por el río acercándose a algunos de los saltos de agua en lancha rápida. Esta última es bastante popular y se conoce como Macuco Safari.

Resumiendo, creo que las dos visitas son altamente recomendables ya que se complementan perfectamente. La parte brasileña nos ofrece unas espectaculares vistas panorámicas durante todo el recorrido y la argentina nos acerca hasta unos pasos del salto más impresionante de los 275 que componen las cataratas de Iguazú, uno de esos lugares especiales que quedarán para siempre en nuestro recuerdo.